PINTOR 








Del llibre "Casialgo" de Marce López




Todo color en la Naturaleza tiene una causa y tiene un objetivo o tiene un por qué...

 Todo color llama la atención pero, para mani­festarse, precisa de otro color de refe­rencia. Una masa total del mismo color y en el mismo mun­do, me pre­gunto si seria percibi­do como un color. Proba­ble­mente el ojo, no estaría capacitado para la percep­ción de otros colores sino que, su con­forma­ción, seria tal que no precisaría de sus posibili­dades de distinción. En un mundo monoco­lor desde siem­pre, el ojo, aún per­cibien­do, no vería color porque no habría sido necesario el desarrollo anatómico de distinguirlo ni sus facul­ta­des para lograrlo tam­poco habrían sido necesa­rias.

En la noche o en una oscuridad total, cual­quier color deja de serlo en cuanto al ojo humano.     El color es perceptible solo en el seno de  la luz.

Asi pues, en cuanto al hombre, el color depende de un ojo dotado de facultad de distinguir una cierta gama de colores, de una referencia de color y de la luz pero, a su vez, la luz es un com­puesto de colores o también; un conjunto de colo­res determina­dos y mezclados, origina lo que en­tendemos por "la luz" y, a su vez, todo ello es una manifestación particular de la energía univer­sal.

Pero si existen ojos percibientes y colores que percibir debe existir una razón que explique tal causa y podría prolongarme muy largamente sobre tan curioso tema pero, de verdad, no es el objetivo concreto de lo que hoy pretendo; no es el análisis científico de las causas y razones del  color en la tierra ni tampoco de su misma existen­cia.

Hoy solo pretendía tratar el color en rela­ción con el pintor y, ha venido, sin buscarlo, a mi mente porque yo he tratado muy esporádica­mente de pintar en épocas de mi vida y ahora hace mu­cho tiempo que no pinto o, si queréis, juego con colores y pinceles sobre un lienzo y hoy, sin más, se me ha ocurrido que hace ya mucho tiempo que no lo hago.. y, si se me ha ocurrido, es porque algo se me ha movido en el interior como la sen­sación de una sed.

Yo no me siento un pintor pero tengo una cierta sensibilidad y admiración por el resultado que se obtiene usando y mezclando colores.

Es cierto que me admira lo que pueden conseguir y mostrarse en las obras de los Grandes Maestros pero, lo que realmente me importa, es mi propia sensación ante lo que de mí mismo pueda nacer: Mi juego con colores para expresar con ellos algo que quiero decir como expreso, algunas  veces, en palabras,  algo de lo que en mí se mue­ve.

No soy relevante en nada porque mis ca­racterísticas mentales y mis propiedades concretas no son brillantes ni capaces pero, tengo una cierta sensibilidad innata en lo humano incluido el arte en todas sus variantes excepto en la música para la que no tengo más que una muy leve sensibilidad porque, lo que le llega a mi oído, no repercute ni tiene más que un leve eco en mi interior. Creo que la música es demasiado sutil para que yo la alcan­ce y, al ser mediocre en todo, lo soy mucho más en el sonido aunque no sea del todo sordo.

Digo que me gusta el arte, la filigrana poéti­ca, la sapiencia de saber reflejar en prosa los he­chos, las vivencias y el contenido en sustancia que puede transmitirse en la palabra y la musicalidad que, con ella, puede crearse en el ojo o el oído predispuesto y sensible.

Me gusta trabajar el barro y darle forma en una creatividad que, por tosca, no deja de ser una sensación íntima, grata de percibir.

También siento una inclinación y la llevé a la práctica en otro tiempo, por la expresión en cine en el que mezclas la imagen, el sonido, el color para alcanzar aquel algo que deseas expresar.

Y también me place untar de colores los lienzos blancos que, por puros en su blancura son, para mí, mudos, inexpresivos,...inertes desde los que parece gritarme una llamada a darles un con­tenido, a vivificarlos con el color. Eso me parece.

Como hace tiempo que no pinto, sin más ni más, se me ha venido a la mente hablar de ello y quizá uno de estos días,  me ponga en ello; en un algo porque hay sensaciones que la palabra no me basta para decir y el barro o los colores logran lo que la palabra no me alcanza pero, todo ello para mí mismo, conmigo mismo; como explosión súbita de alguna fuerza, inclinación, fuente o lo que sea que, en cualquier lugar de mí, invisible, permanece muda o me grita exigente.

Yo siempre entendí para mí mismo que, el lenguaje del color, debe ser puro, quiero decir que, lo que se tenga dentro por expresar en esta via del color debe hacerse solo en color; sin forma y sin ayuda del dibujo. Los colores solamente, por sí mismos, ya deben bastarse para plasmar lo que se desea y ser interpretados por quien los observa : como una escritura sin dibujo de letra, sin conve­nio de palabra. No importa quien ni cuantos cap­ten lo que deseas decir porque no haces estas cosas para los demás sino como espejo de tí mis­mo para tí en una necesidad de hacerlo cuando esa necesi­dad se manifiesta.

Pintar así, en estas condiciones, es manifes­tarte en color, en mezcla, en matiz en el que cada color y matiz y todo ello englobado, constituye palabra, frase, discurso, lenguaje que viste un sentir, una emoción, alegría, canto, dolor, pasión, afecto, grito, lamento, gloria,....sin formas...La contemplación de un lienzo así concebido, trans­mite a tu propia contemplación el momento que vives, la sensación que sientes aunque, quizá, nadie más lo entienda y, al plasmarlo, te vacía el cuenco que puedas llevar lleno de la sensación que fuere.

Estos momentos, nacen, no se buscan; apa­recen de pronto y ya llevan implícita, la forma que requieren o precisan para surgir, para expre­sarse: unas sensaciones, llaman a la pluma, otras al co­lor; unas al barro u otras al celuloide, depen­de y nunca sabes, hasta el mismo momento de crear, cual será el medio en que, esa creatividad quiera  ser expre­sada. No sé si es una determina­ción de la sensa­ción o una inclinación del indivi­duo en aquel instante... solo sé que  así me suce­de.

Lo que sí hay de común en cualquiera de estas expresiones es que, al final, nunca llegas a sentir que, desde el interior, se está totalmente de acuerdo con la versión realizada: siempre hay una queja interior de disconformidad, como si la sensa­ción en sí no se sintiese fielmente reflejada en la forma como tú la vestiste, como si el nacimiento no hubiese sido completo, como si algo faltase en la imagen del espejo y, en el fondo de tí mismo, palpita siempre una frustración o un descontento...

Esto es, supongo, lo que le sucede a quien, como yo, es mediocre y, desde su mediocridad, al actuar, deforma la realidad concreta de lo que siente o no le alcanzan sus posibilidades para hacer concordar el sentimiento con la propia ex­presión de lo que, en sí mismo anida y nunca llega a decir completamente, a plena satisfacción y en total acuerdo, la idea inmaterial, con el espejo en que pretendes reflejarla exacta.

En todo caso, como las sensaciones gritan y empujan, te llevan a proceder, aunque sea impro­piamente y  lo haces porque no puedes impedir el grito que llevas dentro aunque después no resulte más que un remedo impropio y sigues expresando, aún sin conocimientos adecuados, ni el aliento preciso en las manos que poseen los Grandes naci­dos para expresar.

Yo, con pesar, confieso que solo sé sentir y que, el intento de expresarlo, me resulta un fraude hasta para mí mismo que, al hacer, no pretendo llevar mi obrar ante ningún juez avalado como tal para emitir juicio sobre  mis  "quiméricas e ínti­mas inclinaciones naturales".

Soy consustancial con mi espíritu y, la men­te o la mano, no se corresponden aunque, alguna vez, perciba un cierto gozo de lo que de mi mente por mi mano pudo surgir...

Si voy ayuntado con mi imperfección en el arrastrar el arado, el surco, aún siendo surco, lleva la impronta, ineludible para mí, de mi propia imperfección...

Seamos pacientes con nosotros mismos porque, aunque a imagen de Dios, algo llevamos sembrado, nos faltan muchos peldaños que trepar para alcanzar el extremo para el que pretendemos haber sido creados pero, humildemente, sigamos trepan­do sin desmayo y activos por la escalera por mu­chos peldaños que tenga y hasta mismo si fuese infini­ta: concordemos con nosotros mismos sea cual fuere el grado en que nos hallemos y los límites que nos encierren.

Y sé que, cuando luego, cuando sea, se me ocurra releer lo que ahora mismo escribo, lo cam­biaria mucho o todo, lo cambiaria porque, la men­te de luego, ya no será la de ahora mismo, pero....

Así hago y así espero:...haciendo camino, por si, en el trecho, surgiese la coincidencia de la sed y la mano de mi mano...             

 

Compartit per Caty i Joan "Jusan"



Lápiz, tinta. 
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