Don de Vida 


del llibre "Casialgo" de Marce López


 

 

El regalo de la vida que me hicieron sin yo pedirlo. Ausente lejos que no recuerdo. Era ya y no sabía, y supe luego: ni por qué venia ni para qué.

Viví un trecho largo viviendo sin preguntas. Las preguntas llegaron solas luego de antes; antes de ahora. El Principio de la consciencia. El concepto de la trama de existir. La observación del como, y la comparación de las vidas diferentes con la propia vida.

Un deambular del pensamiento racional por la compleja maraña en la que me siento inmerso, de la que soy un diminuto gránulo imperceptible y de la que, para mí mismo, soy parte transcendente, porque para mi concepción, sin mi capacidad de concebir, todo lo demás, ni yo mismo, existe: todo es, para mí, si yo existo... Pero conmigo o sin mí, existe.

En este inmenso dédalo concebible e inalcan­zable en sus diversas vertientes, que puedo compri­mir ahora mismo para mi pensamiento de este instante, como la materia vitalizada y la consecuencia resultante del proceso de vivir la materia, que es el mismo pensamiento, espíritu o abstracto. Lo objetivo y lo subjetivo.

Pienso, por inclinación espontánea del mo­mento, en la, por lo menos, aparente contradicción de que, la vida, para ser en su desarrollo y permanencia, tenga que destruir la vida en la escala zoológica. Parece una impertinencia absurda de la naturaleza el que la vida precise de la muerte de otras vidas para ser.

Me siento esencialmente discordante con la Naturaleza establecida, ya que para continuar siendo, me es indispensable destruir... y que no soy un caso singular, sino que, todo ente vivo, está sujeto a la misma ley...- Hay excepciones especiales tipo hongos en el reino vegetal y escarabajos en el animal...‑

Los vivos somos simples agentes de transfor­mación en el seno de la Naturaleza, y no entiendo por qué y para qué es necesaria esa transformación... Parece que la transformación es la perentoria necesi­dad que nos impone la adaptación continua a las circunstancias cambiantes del ambiente local y también universal...

Adaptarse implica transformarse gradual o bruscamente pero, en todo caso, ¿ Que necesidad hubo, en el origen de la Creación, de crear también el cambio de circunstancias ?.

En ese remoto e inescrutable origen, según la luz de la mentalidad de que dispongo, debo buscar otro origen: el origen del origen, y así, hasta el infinito... Cuando el mismo concepto de infinito, tiene que ser, alguna vez, finito para que encaje en la finitud de las posibilidades de los conceptos...

Lo que es finito, realmente, es la capacidad del pensamiento; sus posibilidades de concebir concep­tos, y de ese límite de capacidad y de imaginación, nace precisamente, la concepción del infinito... Es un absurdo, y sin embargo, una realidad... Lo finito creando lo infinito, concibiéndolo...

¡Increíble!

Siento una instintiva repulsa por la crueldad. No sé de donde me llega tal repulsa. Hoy y a mí, me parece que estuvo en el mundo desde siempre, aunque posiblemente no es cierto...

Cuando un ser vivo mata a otro ser vivo para subsistir, puede que no sea crueldad, puede que muchos no lo entiendan así, pero hay siempre un apasionamiento feroz en la consecución de los elementos de subsistencia, muy especialmente en la caza. Yo sólo veo que la vida que se arranca a otro, aunque se esté justificado por la imposición de la subsistencia, le produce, a la victima, en ese momen­to, un dolor, y que se debate por defender desespera­damente su propia existencia. No se contempla una víctima en la naturaleza sin sufrimiento, y de la propia concepción del sufrimiento, a través de la experiencia real o congénita, nace el rechazo a la crueldad... Es discutible el grado de la crueldad, pero no la crueldad en sí.

Yo, rechazando la crueldad, me veo inevitable­mente forzado a ser cruel si quiero conservar mi propia vida y ésto es así en toda la naturaleza: matar para vivir, destruir para crear. Pero es que, ya vengo previa y definitivamente condenado, sin albedrío posible, a que sea así; lo cual implica plantearse el problema a la inversa: vivir para matar, crear para destruir, puesto que no podemos evitarlo. Realmente, es desalentador y, de momento, no puedo preguntar­me si es posible soslayarlo.

Con mi mentalidad de hombre consciente de mi pequeñez y finitud, de mi pobreza y limitación mental, creo que podría haber diseñado una creación mucho más consecuente y más lógica; menos contra­dictoria y, aparentemente, más justa según mi criterio humano de la justicia.     

Claro que, ignoro los designios últimos de la Creación.

La creación de la que soy consciente y a la que juzgo con mis luces posibles actuales, me parece un mayúsculo absurdo y de una ignorancia superlativa... No queda más remedio que entender tal creación como un suceso causal irresponsable.

Supongo que lo casual no existe como con­cepción humana profunda, sino que; todo es la resultante física, química o físico‑química de una dinámica sin mentalidad humana. Los hechos de la Naturaleza son siempre causales y nunca casuales, aunque ignoremos o no percibamos las causas. Causas y efectos tienen sus leyes rígidas y absolutas, frías y matemáticas, y cada resultante se constituye, inmediatamente, en un nuevo elemento de causa que determina, en virtud de sus características, estando presente, un nuevo efecto y prosigue así todo cone­xionado, causa y efecto, efecto y causa, no sé desde cuando hasta cuando.

Debo suponer que mis posibilidades diminutas y terráqueas son tan tremendamente limitadas, en relación a la inmensidad del Universo, que cualquier punto, el más alto de mis concepciones, el más brillante y el más ingenioso en la gama de mis imaginaciones, resulta micramicroscópico, en comparación con tanta inmensidad si me tomo a mí mismo como unidad de medida, y así, sólo puedo achacar mi turbación, mi incomprensión, mi rebe­lión, a mi propia ignorancia comparativamente considerada.

Probablemente, todo el misterio del cosmos y los misterios de la vida terrenal y todo ello relaciona­do, resultaría de una sencillez, de una claridad y de una lógica tremendamente evidente. Probablemente no es que el Universo sea inmenso, sino que yo mismo, soy inmensamente diminuto.

Si yo aparezco inmenso para una hormiga y un microbio aparece infinitésimo para esa hormiga y para mí,... ¿Qué puede percibir el microbio de la hormiga o de mí mismo?...

Probablemente inmensidades insondables...

                                                                               

 

                                                                            ***

 

 

 

 

 Caty Martinez i Joan Sancho "Jusan"

 


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