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Categoria: Collaboracions
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Mágico





Del Llibre Casialgo de Marce López Sirer







Es la hora del anochecer en que la luz y la sombra se diluyen y se abrazan entre sí, dejando a las cosas y a las almas, en un punto de formas suaves, sin esquinas cortantes ni tonos duros. Todo es suave, sin violencias...

Hay golondrinas: rápidas saetas de pluma ligera dibujando el aire de trazos invisibles y veloces como rayos vivos...

Hay gorriones saltarines y torpones que escandalizan al mundo buscando un hogar pasajero entre los huecos de tejados y ramas donde depositar su hipotético sueño...

Creo que se andan contando, uno al otro, las aventuras de hoy que no sé, para ellos, cuantas horas tiene, las peripecias, los sustos, los peligros, y tam­bién las riñas, desavenencias o las alegrías de su día.

No soy un gorrión, claro, pero... quisiera hablar con ellos... comprenderlos: no adivinarlos, no ponerle al ave un alma y una condición humanas... Quisiera, de poder, comprenderles tal cual son, pero poder traducirlo al lenguaje humano, cuando no, para mí mismo...

¿Quizá soy un ave de corazón solitario? ...

No,... soy un hombre entre los hombres: no más... no menos que otro gorrión... Un ser humano anónimo que ama a los otros seres humanos; que los ve, que les oye, pero que no está siempre con ellos aún estando a su lado. Un ser solitario entre la muchedumbre: alguien, uno...

Pero en esta hora, es cuando uno se siente sí mismo; más limpio, más puro, más verdad, más facultado para verse o descubrirse o gozarse... Cuando uno se oye mejor, cuando uno es más su yo. Cuando se es más ave volando y volando, buscando un hogar donde reposar su vida y su cansancio o donde alborotar o donde contar sus cosas, sí. Y también sus sustos, sus alegrías o sus miedos...

 

Esta hora en que hogar no significa edificio, ni piedra, ni mueble... : Significa persona, ser, alma gemela, lengua que te dice, oído que te escucha, corazón que te siente... vida que es tu vida, descanso de tu marcha, depósito de tu sustancia... En cualquier parte: junto a un árbol, bajo un puente... junto al mar, en el regazo de un banco, sobre el color de la tierra...            Da igual...

                    ...

De día, el corazón late para el cerebro... El cerebro gobierna las acciones, combina, edifica, tiene en cuenta, toma bases, calcula, cuadricula, determina y lleva en los ojos pupila de cifras...

Entonces, yo, que creo saber mucho y que no sé nada a ciencia cierta... Con los datos inciertos, con las presunciones dudosas que le bullen a mi mente,... me quedo silencioso y quieto... alejado de los demás, porque les creo lejos: una ausencia que a mi corazón le duele, una zozobra gelatinosa y oscura, una cose­cha de seguridades y dudas... El eco de las ajenas dudas... posiblemente, el eco de las propias dudas temblorosas de conocerse... Las propias confusas percepciones que flotan como nubes... o como claros de azul...

Sin saber con segura certeza, cual es tu vela y cual tu viento... Cual el rumbo... cual el puerto...

Buscas luces y claridades entre tus estrellas, y a veces, te sientes iluminado por un brillo o por otro brillo, otras veces...

Una chispa que se enciende en tu mundo con un rostro o con otro rostro...

¿Cuál rostro de todas las imágenes sembradas en el discurrir del camino?...

Mariposas que, acaso, te han tocado en los ojos... un leve toque o... un aldabón fuerte...

No sabes:... vuelas y te posas, y vuelas, y...

Te gritan los perfumes y los respiras con tu sed... los bebes, o... no los bebes, y así... tu sed está siempre indecisa, y... sedienta.

¿Dónde está la casa verdadera, dónde la flor, dónde la fuente... dónde... dónde?...

Gitanillo trashumante y viajero recorriendo los caminos sin cabaña: ... Sólo contigo, dejas que los olores sin cuerpo de los soles diferentes, te besen en la cara: la caricia de la piel... Te conmueven las vibraciones inconcretas, como la caricia de las luces de color: ... Caricia de la piel, superficie, huella dulce huérfana de impacto: sin definición; sin el espasmo total de la miel en la boca... La marcha gloriosa de las banderas exteriores tremolando al aire en el vacio del viento... Porque, el Sagrario del alma y del cuerpo, tiene las puertas cerradas como un castillo de vírgenes...

                    Anduviste años, pero no has crecido; no anduviste en tu camino: el camino anduvo sin ti... Tu te has quedado allí; en tu hora infantil... El tiempo pasó y tu te quedaste en el principio del tiempo, en los dudosos sonidos de campanas, con los miedos, en los temblores misteriosos por las ansias de los descu­brimientos maravillosos que prometieron tus instin­tos... sin cumplir.

 

Quiere andar tu sangre joven, nacida para el camino y se queda refugiada en la choza sin techo, izada a la intemperie, porque, cuando empezaste a andar, tras los celajes que ocultaban el allá bordado por la fantasía, hallaste una decepción, un engaño, una burla, un escarnio como respuesta a la pureza y a la vibrante credibilidad de paraísos y se quedó defraudada o aún escupida y desencantada: te colum­piaste en el mundo... y, no valió la pena...

Allí te quedaste desconcertada y sin equilibrio, mientras el calendario del mundo, seguía pasando las fechas, tocando solemnemente el borde de tu falda.

Un ser que no fué comprendido, un arpa que no se supo tocar porque no hubo músico en los dedos, y en lugar de notas, se le arrancaron ruidos aunque las notas existían y esperaron sin hallar...

Así; entre el impulso que llevas, nacido para andar, y los miedos que te dejan imprecisa, ni andas ni te estás quieta: desequilibrio atormentado entre el grito de la vida y el ansia de paz...

Te  quedaste  colgada por la mitad:... unas vibraciones sueltas con capacidad para turbarte... pero... sin jamás llegar...

En el fulgor rotundo de la total posibilidad de la vida, en la completa sacudida de las potencias, en el despertar entero de todas las armonías, está, precisamente, la paz auténtica... La paz que sucede luego de ese más allá que temes atravesar. Esa felicidad que surge de una resonancia de felicidad surgida, hecha, sucedida en el eco persistente, pro­fundo invasor en los misterios: alucinada, no sabes con certeza que aconteció... Sólo conoces con certe­za, que los pétalos de las rosas, se esparcieron como una brisa viva por todos los ámbitos de fondos y superficies con un penetrante latido que desmaya lentamente en una paz feliz y absoluta, y... luego, en el pasillo ancho de las horas, lo vas recordando... queriendo o sin querer... con el labio sediento de no sabes qué...

 Ya estás, irremediablemente sembrada de una semilla nueva a la que no ves, a la que no tocas, pero de la que percibes como los sonidos entrañables de un hijo en el vientre...

Inquieta que puedas matar ángeles que tocan violines para ti y... luego, halles que los acordeones que andabas escuchando como música de tu oído, no fuese realmente la música de tu verdad... Quizá, la música que, aún sin comprenderlo... era la música que no oías, o la que que quizá no escuchabas, o... la que puede que, distraída, cercana o lejos, no sabías que estabas oyendo...

O, acaso esa música, no nata para tu oído o si oída, quizá te ponía en zozobra de un ápice de miedo porque la presentías fuerte y entera, porque algo en ti te la hacía percibir muy seria, muy llena, muy toda y pulsando en la lejanía, aún confusamente, lo que tienes de más verdad...

Acaso, por fin, oíste plena una música de hombre por sobre las melodías juveniles que llenaban tus oídos hasta tu despertar...

Y te pusiste seria, porque la verdad íntima percibió un cántico mágico y distinto que te despertó, sin remedio, a tu nueva hora de vivir.

Algo tocó con su labio en tus rosas, y las rosas, desconcertadas de no se sabe que prodigio,... se abrieron  ya  gozosas  a  la  hora  de  su  verdad  plena...

El entendimiento sobra, y sobra la razón en el juicio sobre estas sensaciones porque son de reino distinto.

 

 No te niegues la posibilidad de encontrarte... Que por ti misma sepas a donde vas y lo que quie­res...

Sensaciones, certezas, dudas y bifurcaciones de sentimientos, están en el mundo desde que el mundo tiene corazón y busca la perfección.

Corazón y mente pertenecen a la misma unidad como dos corazones que, estando lejos, se hallan cerca: están unidos por un vínculo, que más pronto o  más  tarde,  se  hallarán  formando  la  unidad...



Compartit per Caty Martinez i Joan Sancho "Jusan"