Tercera, i darrera, part del "Manifiesto a Capdepera i Cala Rajada" de  Marce López Sirer

  
 

Nosotros podemos comprender muchas de las razones de este, para unos, normal razona­miento y para otros, inconveniente y negativa situación, pero también creemos que debemos ser, unos y otros, suficientemente civilizados para plantearnos los hechos de forma realista y aceptar que,  las cosas son  como son y que, de las rivalidades irracionales, nada resulta edificante.

Aceptemos las identidades prácticas con generosidad y el que, al proceder de la misma raíz, el bien de todos, se hallará en una correc­ta, equitativa y eficaz gestión en la que, unos y otros, cada cual en su justa medida y prioridad, perciba, solidariamente, la porción del bien comunal en función de la generosidad pero también de la necesidad real, porque, Capdepera no puede ignorar la realidad de Cala Rajada ni Cala Rajada pretender exigir más allá de lo justo.

Lo que sí parece evidente, en términos de modernidad, es que, los servicios públicos de gestión, en función de su efectividad, se ubiquen lo más cerca posible de donde se halle la mayoría de los usuarios aunque sin merma lesiva, en lo posible, de los condicionantes históricos, etc.

Observamos, especialmente en el juicio que hace uno y otro núcleo de población sobre las diferentes gestiones de los distintos Ayuntamien­tos que se suceden en el Gobierno del Munici­pio: una serie de críticas; unas veces en un sentido y otras en otro, de que "solo se hacen cosas en Cala Rajada" y otras, por el contrario, se quejan de que "solo se hacen cosas para Capdepera".

Probablemente, en todo ello, incide tam­bién el hecho de que, en las Elecciones Munici­pales, la política, usa y quizá abusa del uso del tema para ganar votos en uno u otro sentido lo cual, involuntariamente, agrava la situación, encrespa los ánimos y añade más cisma en el seno de lo que debiera ser una Unidad Munici­pal bien entendida.

Nosotros creemos que, en todo ello, hay una fuerte dosis de incomprensión, de celos y  de juicios mal interpretados.

Los Ayuntamientos, han de velar para que las realizaciones sean, indiscriminadamente, distribuidas según prioridad e importancia de las necesidades y, las inversiones, hechas según la necesidad, calidad y cuantía de los frutos que hayan de proporcionar como bien común que, a todos, de una u otra forma, beneficien.

Los Pueblos, son como los cuerpos; si a un cuerpo le duele una mano, todas las energías del cuerpo se afanan para curar esa mano porque es parte de ese cuerpo y, no están, las diferentes partes del cuerpo, discutiendo si se le presta más atención a sus otras partes constituti­vas. La suya, es una solidad natural e inteligente porque, del bien del todo, surge el bien de las partes y del bien de las partes, el bien del Todo.

 

Apliquemos ese ejemplo de la Naturaleza al enfoque de las prioridades más acuciantes de las diferentes partes del Municipio y tratemos de hacerlo racionalmente, sin resabios, sin sospechas o celos y esperemos, de buena fé que, a cada necesidad de cualquier parte del Municipio, le vaya llegando su turno de solución razonablemente justo.

Por otra parte, conjuramos a todos los Líderes de Opinión Pública, a hacer un examen exhaustivo de las circunstancias e intenten, con sentido común, no exacerbar los sentimientos primarios de las gentes y que traten de limar y acercar criterios, sembrar equidad y armonía sobre cualquier otra consideración.

Os pedimos, sencilla y humildemente, una profunda reflexión sobre lo expuesto y que, por quienes proceda, hagáis lo posible por ir, gra­dualmente, dedicando una parte de vuestra atención, a sanear de gérmenes las aflorantes incompatibilidades, reales o aparentes, a que nos hemos referido, antes de que las diferencias, por una y otra parte, se conviertan en abismos. Y, por favor, no nos juzguéis a la ligera como exagerados o alarmistas porque, los hechos que estamos contemplando y las consecuencias que de ellos podemos prever que pueden derivarse, nos preocupan ya que, cada vez más, hasta la misma política local, parece centrarse, en el fondo, en una rivalidad o competencia entre Capdepera y Cala Rajada, más que entre ideales puramente de política clásica y ésto, si se fomenta, puede ser un embrión de consecuencias imprevisibles. Nosotros, lanzamos la advertencia y la razonamos, para que se intente conseguir, de una u otra forma, el que, nuestro amado Pueblo, que somos todos, mantenga su unidad natural y pueda vivir solidariamente en paz; que es la fuente de toda eficacia y prosperidad.

Cuando hablamos de Pueblo, en este caso, nos referimos a Pueblo de hombres, no a  pueblo de piedra, tejas, cemento o edificios.

Por nuestra parte, ya estamos cansados de batallar predicando en el desierto y no reincidire­mos la exposición de estos puntos de vista porque, si no hay una reflexión intensa y colec­tiva al respecto que pueda atajar las consecuen­cias que preconizamos, llegará el momento en que surgirán banderias y taifas de forma virulen­ta y activa entre nosotros y, a las gentes, no les quedará más opción que situarse en militancia de uno u otro de los bandos cuyo germen, según opinamos, ya está iniciado y, éso seria muy triste que sucediese entre hermanos.

No hemos pretendido sentar cátedra de historia y, quizá haya, en nuestra exposición, algún error, una falta de profundidad o una carencia de soluciones prácticas, justas y eficien­tes. Lo que hemos intentado, una vez más, es, simplemente, dar razón de hechos constatables.

Queda en manos de todos, la reflexión y la voluntad de evitarlo.

 

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 Caty Martinez Caldes i Juan Sancho Calafat (Jusan), compartint amb els lectors de Cap Vermell, un escrit de Marce López Sirer publicat en tres parts.

Nota: 
s'ha respectat el text original.